El diario británico Financial Times publica un análisis de Marcus Miller y Robert Skidelsky, profesor de economía de la Universidad de Warwick y profesor emérito de política económica de la misma universidad, respectivamente, en el que se tratan de dar una visión de los consejos que el famoso economista John Maynard Keynes daría para solucionar la actual crisis de deuda de la Eurozona, que está derivando cada vez más en una crisis política.
Siguiendo los argumentos del economista inglés, la receta que proponen es clara:estimular el crecimiento y que los grandes acreedores, principalmente Alemania, arrimen el hombro de alguna manera (eurobonos, quitas, carencias?) para sacar a los más débiles del hoyo actual. En una idea, hay que buscar formas de reducir la deuda sin recurrir a la austeridad.
Y todo con el objetivo de evitar que los extremismos vuelvan a imponerse en Europa y que la política recupere la credibilidad que está perdiendo entre sus ciudadanos.
Un límite a lo que se puede exigir al deudor
Primero, una anécdota. Cuando Keynes era un joven miembro del Tesoro británico, hace unos 100 años, se le pidió consejo sobre como se podían gestionar las enormes deudas externas. Él respondió que hay un límite a la capacidad de un país para devolverlas, y que aquellos que pidieran demasiado a sus deudores se verían decepcionados. Pero no solo eso, si no que sería políticamente peligroso.
“Si firman, podrían no cumplir algunos de los términos, y el desorden general y las revueltas surgirían por todos lados”, escribió entonces a un amigo. Por ello, propuso que se cancelara parte de la deuda entre países europeos, un plan que eliminaría muchos problemas. Fue ignorado, y decidió abandonar su cargo para escribir su famosa obra Las consecuencias económicas de la paz.
Hoy en día, la situación es similar, aunque las tornas han cambiado. Alemania no es el que sufre por su enorme e insostenible deuda como entonces, si no los países del sur de la Eurozona, especialmente Grecia. Ahora, Alemania parece también ignorar lo que decía Keynes entonces, y su receta es la austeridad, defendiendo el principio de que no se puede vivir por encima de tus posibilidades y exigiendo grandes ajustes en los países deudores.
Un problema compartido
La lógica que subyace, explican los autores, es la creencia alemana de que resolver los problemas de la deuda es únicamente responsabilidad del deudor, frente a la idea del economista inglés de que también los acreedores deben compartir la tarea de salir del agujero que ambos ayudaron a cavar. “Los absolutistas del contrato”, escribió Keynes en 1923, “son los verdaderos padres la revolución”.
De momento, el camino emprendido por la Eurozona está lejos de solucionar la crisis, las economías siguen deprimiéndose y la deuda sigue siendo el mismo, o incluso u mayor problema. Al final, recuerdan los profesores, la garantía de la deuda soberana es la capacidad de los ciudadanos de pagar impuestos, por lo que la recesión y el paro reducen su capacidad de hacerlo y reduce la credibilidad del país en los mercados de capital, algo que se está viendo en las primas de riesgo de países como España e Italia.
Y como anticipaba Keynes, las consecuencias políticas se están empezando a notar y pueden llegar a ser peores que las económicas. Lo que ha pasado en Grecia no es sorprendente, defienden los autores, ya que ningún gobierno que prometa austeridad pura para devolver su deuda puede generar confianza en sus votantes.
Decrédito de la política y giro radical
Con todo, defienden que Grecia es el ejemplo extremo, pero otros gobiernos más moderados ven como sus ciudadanos creen que no tienen poder para arreglar la situación: no tienen política monetaria, no tienen capacidad para devaluar, no tienen derecho a imponer controles de capital, apenas tienen capacidad para apoyar a las empresas, y ahora además tienen el mandato de endurecer sus políticas.
Y cuando la moderación falla, los ciudadanos comienzan a buscar en movimientos más radicales que les prometen devolver el poder, ya sean de derechas o de izquierdas, justo lo que han mostrado las últimas elecciones en Grecia.
Sobre esto la historia también tiene una lección en los años 30 del siglo pasado, según Miller y Skidelsky. “Es una ironía histórica que los países europeos que evitaron que se repitiera la Gran Depresión después de la crisis bancaria están dirigiéndose a un callejón sin salida que llevó al extremismo en aquel desastre. La memoria histórica de Alemania tiene un recuerdo muy vivo de la hiperinflación de 1920-23. Pero es posible que olviden que fue la deflación y la Gran Depresión la que llevó a Hitler al poder en 1933″.
Reducir deuda sin austeridad
Por ello, se debe tener en cuenta que las deudas deben ser manejadas de una manera que no destruyan la economía ni el centro político. Europa tiene algunos de los mejores, y mejor pagados, expertos financieros del mundo, “dejen que su talento ayude a los gobiernos a librarse de sus grilletes y encuentren formas de reducir las deudas sin austeridad”, añaden.
“Si esto implica gasto en proyectos, financiados fuera de balance bien con garantías conjuntas o can más impuestos, que así sea. Si esto significa una reestructuración de la deuda soberana mediante deuda conjunta, o bonos específicos para crecer, o periodos de gracia, que así sea. Si requiere que el peso de la deuda recaiga más sobre las generaciones más mayores que poseen la deuda, esa cuestión política debe afrontarse”, concluyen.
En resumen, los autores piden que se permita a los países de la Eurozona crecer de nuevo, y que para un país en la desesperada situación de Grecia, la salida del euro para recuperar competitividad parece la mejor opción. Pero es mejor para todos que la devaluación que llegaría se produzca de manera controlada. “no debemos añadir una guerra de divisas a nuestros pila de problemas actuales”.