análisis de la situación española en el Financial Times y si tenemos en cuenta que este señor es el periodista económico más influyente es para leerlo con tranquilidad. En él se detalla como las medidas de austeridad y de control del déficit que tienen previstas el gobierno español -las mayores de un país industrializado- tendrán un efecto negativo tanto sobre la economía española, como sobre el déficit mismo. Wolfgang Münchau considera que hay únicamente dos opciones para España: O la salida del euro, o una integración fiscal de toda la eurozona. Y ahora, es mucho más probable la primera.
Veamos como argumenta esta afirmación:
¿Están los mercados entrando en pánico ante el miedo que España no pueda alcanzar sus objetivos de déficit, o están entrando en pánico ante la idea de que España pueda tener éxito?
Esa, al menos para mí, es la pregunta clave a la que se enfrentan los políticos de la zona euro. El resultado final de la crisis de la eurozona dependerá en gran medida de cómo responder a esa pregunta.
Las noticias parecen indicar que los mercados están entrando en pánico por la no consecución de los objetivos de déficits. Creo que eso es equivocado. Los inversores que conozco están preocupados por la posible destrucción de la economía española por las medidas de austeridad, y por la posible salida de España de la zona euro, o la caída en los brazos del Mecanismo Europeo de Estabilidad.
El punto de vista ortodoxo, mantenido en Berlín, Bruselas y en la mayoría de las capitales nacionales (incluyendo, por desgracia, Madrid), es que la austeridad nunca es demasiada. La credibilidad es lo que importa. Cuando se incumple el objetivo, se debe compensar la próxima vez. El objetivo es la meta – la única meta.Este punto de vista no cuadra con la experiencia de la crisis de la eurozona, en particular en Grecia. Porque no encaja exactamente con lo que sabemos de la teoría económica, o de la historia económica. Y no cuadra con la simple observación de que los episodios periódicos de pánico por la situación en España, siempre han seguido a un anuncio de austeridad. Un episodio de ese tipo vino tras la discusión que se llevó a cabo por la presentación del proyecto presupuestario, que incluía una corrección del déficit del 3,2 por ciento del producto interno bruto para el año 2012.
Cuando Mariano Rajoy, el primer ministro de España, comenzó a exponer los recortes en el déficit de 2013, los mercados entraron en pánico una vez más y el bono a 10 años español se dirigió de nuevo a la zona del 6 por ciento. El objetivo de ajuste fiscal supone un 5,5% del PIB en los próximos dos años. Esto es uno de los mayores ajustes que se hayan intentado en un país industrializado. Es perfectamente comprensible que los inversores se asusten.
Los responsables políticos europeos tienen una tendencia a tratar la política fiscal como un ejercicio de simple contabilidad, omitiendo los efectos dinámicos. El economista español Luis Garicano hizo un cálculo, como se informó en el diario El País, en el que la reducción del déficit del 8,5 por ciento del PIB al 5,3 por ciento requeriría no un programa de reducción del déficit de 32.000 millones de euros (que es lo que una corrección del 3,2 por ciento nominal implicaría para un país con un PIB de alrededor de 1 billón de euros), sino uno de entre 53.000 millones de euros y 64.000 millones de euros. Así que para lograr una corrección fiscal del 3,2 por ciento, se debe realizar un plan de recorte de casi el doble.
El esfuerzo de España en la reducción del déficit no es que sea una mala noticia económica, es que es físicamente imposible, así que algo más se tendrá que hacer. Ya sea el incumplimiento de España de los objetivos de déficit, o el despido de tantos enfermeros y maestros que produzcan una insurrección política.
La mayor crisis de la eurozona fue causada por los flujos financieros de los bancos de los países centrales, financiando las burbujas en la periferia, excepto en Grecia. España tiene un mercado de trabajo disfuncional y modificarlo todavía puede ser muy deseable. Si este es un buen momento para hacerlo políticamente, entonces que así sea. Pero no debemos caer en la ilusión de considerar que las reformas estructurales vayan a solucionar grandes cosas. La austeridad y las reformas no son la mágica combinación de políticas que muchos creen.
La solución de la crisis española tendrá que comenzar con los bancos – y esta es una tarea que el sector privado no está dispuesto a llevar a cabo. La única solución a medio camino implicaría un programa de rescate europeo para España, centrado específicamente en la recapitalización y la reducción del sector financiero. España también tendría que incumplir la tasa de inflación objetivo de la zona euro durante muchos años, para corregir la pérdida de la competitividad en precios. Al mismo tiempo, el país no tiene que abusar de las medidas de austeridad.
Esa combinación de políticas podría funcionar, aunque sea difícil. Lo que no va a funcionar es una combinación de deflación, de austeridad y de desapalancamiento del sector privado, todo al mismo tiempo, durante una década.
Pero se va a intentar – de eso no cabe la menor duda. La UE se resistirá a un programa ESM durante tanto tiempo como sea posible. Los ministros de Finanzas de la eurozona temen que cualquier programa de este tipo podría reabrir el debate sobre el tamaño de la ESM, un debate que quieren evitar a toda costa. Pero a medida que la recesión empeore, y el desempleo español se eleve hacia el 30 por ciento, la presión para que España acceda al ESM crecerá. Y aun cuando eso ocurra, no se va a salir de la crisis en España. Porque también será necesario una amplia restructuración del sector bancario.
Veo sólo dos resultados para España. La crisis finalizará, ya sea mediante una catastrófica retirada de España de la zona del euro, o mediante una variante de una unión fiscal que incluya un respaldo conjunto de la eurozona al sector financiero. Si el Gobierno español sigue la estrategia que ha anunciado hasta el amargo final, el primer resultado será mucho más probable.